¡No es más feliz quién mas tiene, sino quien menos necesita!
La neurociencia ha demostrado la verdad de este proverbio.
Vivimos deseando poseer cosas que creemos que nos ayudarán a sentirnos mejor, pero la felicidad no está en la posesión de cosas.
La felicidad es un estado mental que se puede cultivar, como han demostrado muchos estudios.
La neurociencia ha demostrado que lo que experimentamos con la posesión (un coche de lujo, una casa en la playa, una casa en el campo, un reloj de oro, una suculenta comida) no es felicidad es placer.
El placer engaña nuestra hambre de felicidad, pero no la alimenta.
Las regiones cerebrales que mas tienen que ver con la felicidad se activan cultivando sentimientos positivos profundos como:
- La comprensión
- La empatía
- La calidez
- La bondad
- La compasión
- La conmiseración
- La generosidad
- El agradecimiento
¿Cómo se cultiva la felicidad?
- Cultivando el dar sentido a la vida.
- Cultivando la motivación.
- Cultivando el fluir de la vida.
Cultivando el sentido de la vida
Entender qué es la vida y que estamos aquí de paso, y que somos una mota de polvo, una anécdota en el universo, te da PAZ INTERIOR.
La aceptación de ello, te permitirá aceptar la vida como te venga.
Eso es la felicidad, la paz interior.
Esa paz te permitirá hacer el bien y saber que sirves para un fin mayor.
La neurociencia está demostrando que hacer el bien es lo que más paz espiritual proporciona.
Hoy sabemos que cuando hacemos el bien (altruismo), nuestro cerebro segrega una serie de sustancias beneficiosas para la salud.
Sustancias que:
- Reducen el estrés y la presión arterial.
- Tienen efectos analgésicos y antiinflamatorios.
- Mejoran la concentración y la memoria, lo cual contribuye a esa necesidad de felicidad tan ansiada por todos.
Cultivando la motivación
En una residencia de ancianos se hizo el siguiente experimento:
A un grupo, se les indicó que tenían que cumplir con una serie de tareas organizadas como ellos quisieran (aseo personal, limpieza de su habitación y de las zonas comunes) y a cada uno se le dio una planta que tenían que cuidar y regar.
A los del otro, se les dijo que no tenían que hacer nada (para eso estaban el personal de la residencia) y también se les dio a cada uno una planta que tampoco tenían que cuidar, solo tenerla en su habitación (el personal la cuidaría).
1,5 años más tarde los resultados fueron sorprendentes:
Los test psicológicos mostraron que las personas del primer grupo:
- Estaban más despiertas.
- Tenían mayor autoestima.
- Las capacidades cognitivas eran mejores,
- Tenían menos quejas de problemas físicos.
¡¡¡La tasa de mortalidad de este primer grupo fue del 15% frente al 30% del segundo grupo!!!
Eso es la motivación, un acicate, un por qué seguir viviendo.
Qué mejor razón para vivir que ayudar a vivir.
Ayudar a tu hijo que comienza a andar, a un enfermo, a un anciano, a un desvalido…
Cultivando el fluir de la vida
Fluir es abandonarse por un tiempo y sin estrés a aquello que verdaderamente te gusta y apasiona.
Cualquier actividad que realices sin estrés, sin obligación, pero prestando una gran atención, una atención plena, solo y exclusivamente a eso, te puede permitir “flotar”, sentirte suspendido en el espacio como la pluma de un pájaro, fluir …
Una de las experiencias del estado de fluir más estudiadas es la de respirar con atención plena.
Cuando respiramos prestando única y exclusivamente atención a nuestra respiración, nuestra mente entra en un profundo esta de relajación mental y de paz espiritual que puede cultivarse con el entrenamiento diario.
Hay muchas técnicas para relajar tu mente (la oración profunda, el tai-chi, ciertos tipos de yoga, la meditación, etc.) aunque todas ellas buscan que prestes atención plena a ese momento presente.
Ese estado tiene múltiples efectos beneficiosos sobre el cerebro, (reducción de los niveles de estrés, sensación de espiritualidad y paz, descenso de actividad en los centros cerebrales del miedo, etc.).